Hoy os traemos puzzles que reflejan increíbles obras pictóricas de uno de los más grandes de la historia: puzzles de Vincent Van Gogh. Se le considera uno de los principales exponente del postimpresionismo. Pintó unos 900 cuadros y realizó más de 1600 dibujos. el impresionismo marcó el inicio de una profunda renovación de las artes plásticas que tendría continuidad en la sucesión de ismos o corrientes del arte contemporáneo. Algunos de los mejores maestros de este periodo, sin embargo, no pueden encasillarse en ninguna escuela, y abrieron por sí solos nuevos caminos; entre ellos, el holandés Vincent van Gogh ocupa una posición señera.Encarnación del artista torturado e incomprendido, Van Gogh no llegó a vender más que uno de aquellos centenares de cuadros suyos que actualmente alcanzan desorbitadas cotizaciones en las subastas. El reconocimiento de su obra no empezó hasta un año después de su muerte, a raíz de una exposición retrospectiva organizada por el Salón de los Independientes; en nuestros días, Van Gogh es considerado unánimemente uno de los grandes genios de la pintura moderna. Su producción ejerció una influencia decisiva en todo el arte del siglo XX, especialmente en el fauvismo y el expresionismo; y tras más de un siglo de experimentos artísticos, la pincelada tosca y atormentada del artista holandés, alimentada por el vigor de su pasión interior, conserva toda su fascinante fuerza expresiva.
Biografía
Nació en Groot-Zundert, Países Bajos, en 1853, siendo el mayor de los seis hijos de un pastor protestante. Tras recibir una esmerada educación en un internado privado, a los dieciséis años entró como aprendiz en la filial de La Haya de la galería de arte parisina Goupil, una sociedad de comerciantes de arte fundada por su tío Vincent.
En 1873 pasó a la sucursal de la galería Goupil en Londres; en 1875 fue trasladado a la filial parisina; en 1876 se despidió y regresó a Holanda. Trabajó después como profesor, ayudante de un pastor metodista y empleado de una librería; ninguno de estos empleos le duró mucho tiempo. Por aquel entonces sentía sobre todo la necesidad espiritual de entregarse a sus semejantes; de hecho, siempre había querido ser pastor, como su padre, y tal vocación lo llevó a Ámsterdam para seguir los estudios de teología, que suspendió.
Pasó entonces a la Escuela de Evangelización Práctica de Bruselas, y en 1878 fue enviado por sus superiores a la zona minera del Borinage. Establecido en el pueblo de Pâturages, próximo a Mons, realizó una serie de dibujos de los mineros. La Escuela de Evangelización lo expulsó por su excesiva implicación: impresionado por sus infrahumanas penurias, Van Gogh llegó a dar a los mineros lo poco que tenía y a vivir más pobremente que ellos.
Los consejos de su hermano y su interés por el color y por la captación de la naturaleza lo indujeron a trasladarse en febrero de 1888 a Arlés, en la soleada Provenza, donde su obra fue progresivamente expresando con mayor claridad sus sentimientos sobre lo representado y sus propios estados de ánimo. Trabajó intensamente, pintó la mayoría de sus telas más célebres y puras y escribió sus páginas más claras y profundas. Pero la soledad se le hacía insoportable, y con el propósito de formar un taller colectivo, Van Gogh alquiló una casa donde invitó a los artistas con quienes compartía intereses.
A instancias suyas, Paul Gauguin se instaló en la «casa amarilla» (así llamada por el color de sus paredes) en octubre de 1888, pero la relación fue haciéndose más y más difícil por el fuerte temperamento de ambos. En el transcurso de una discusión, Van Gogh llegó a atacar a Gauguin con una navaja de afeitar; luego, arrepentido de aquel arranque, se cortó el lóbulo de la oreja para expiar su culpa y lo hizo llegar a Gauguin, quien, lejos de conmoverse ante aquella muestra de contrición, lo juzgaba ya como un loco peligroso con el que no tenía ninguna intención de convivir. De este confuso lance (pues existen otras versiones del mismo) dan fe dos célebres autorretratos del pintor con una oreja vendada; en el segundo de ellos aparece fumando melancólicamente su pipa, ensimismado y sombrío.
En mayo de 1889, ante el temor a perder su capacidad para trabajar, pidió ser ingresado en el hospital psiquiátrico de Saint-Rémy-de-Provence, donde permaneció doce meses. La pérdida de contacto con la realidad y una progresiva sensación de tristeza son las claves de este período, durante el cual desarrolló un estilo basado en formas dinámicas y en el uso vigoroso de la línea, de lo cual resultó una pintura más intrépida y visionaria que la de Arlés.
Sin conseguir superar el estado de melancolía y soledad en que se encontraba, en mayo de 1890 se trasladó a París para visitar a su hermano Theo.
Pese a que unos meses más tarde el doctor Gachet consideró que se encontraba plenamente curado, su estado de ánimo no mejoró; asediado por sentimientos de culpa debidos a la dependencia de su hermano Theo y a su fracaso como artista, su espíritu se encontraba irremediablemente perturbado por una tristeza inconsolable. El 27 de julio de 1890, en el silencio de los campos bajo el sol, Van Gogh se descerrajó un disparo en el pecho; murió dos días más tarde, sin haber cumplido los treinta y siete años. Al cabo de seis meses, sumido en el dolor, le siguió su hermano Theo, enterrado a su lado en el pequeño cementerio de Auvers.
La obra de Van Gogh
Menos de diez años de dedicación a la pintura bastaron para otorgar a Van Gogh un lugar entre los genios de la historia del arte, y es difícil imaginar cuál hubiera sido su aportación de no haber truncado él mismo su trayectoria.
La obra más ambiciosa y que mejor refleja esta etapa del pintor es Los comedores de patatas (1885, Museo Vincent van Gogh, Ámsterdam). Cinco personajes se reúnen a las siete de la tarde en un lúgubre comedor para tomar patatas y café. Con crudeza y dramatismo, Van Gogh transmite en los rostros deformados una miseria sin esperanza. Una tenue lámpara de gas ilumina levemente los alimentos, la mesa y los cuatro personajes del fondo. En primer plano, a contraluz, se halla una mujer en una escala exageradamente reducida.
Las facciones son caricaturescas, los cuerpos deformes y el ambiente claustrofóbico. Desde el punto de vista formal, la obra se caracteriza por pinceladas gruesas y agitadas en tonos muy oscuros. La identificación del artista con el sufrimiento de los pobres y marginados encuentra su vehículo en esta inmediatez de los medios pictóricos utilizados, totalmente ajenos a los convencionalismos academicistas.
En París
El mismo año que Georges Seurat presentó al público Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte (1886), Van Gogh llegó a París, donde permaneció hasta 1888. Durante esos dos años su estilo pictórico cambió de modo radical: se alejó de la tradición holandesa para inclinarse por las tonalidades claras, por los colores puros y por las pequeñas pinceladas divisionistas que le enseñaron Camille Pissarro y Paul Signac. A pesar de que sus inclinaciones por la disciplina divisionista fueron escasas, aprendió, sin embargo, la importancia de la pincelada y la yuxtaposición de colores, que utilizaría posteriormente para fines más subjetivos y personales.
Uno de los cuadros representativos de la estancia en París es el Autorretrato con sombrero de paja (1887-88, Museo de Arte Metropolitano, Nueva York). La paleta y las pinceladas evidencian la influencia del divisionismo o puntillismo, especialmente el practicado en las obras de Seurat y Signac. Van Gogh consigue en esta obra una total asimilación de los principios neoimpresionistas, y el autorretrato refleja el fuerte temperamento de quien, en diciembre de 1885, había escrito a su hermano: «Prefiero pintar ojos de seres humanos en vez de catedrales, ya que hay algo en los ojos que no está en las catedrales, no importa lo solemne e imponentes que éstas puedan ser. El alma de un hombre, así sea la de un pobre vagabundo, es más interesante para mí».
Arlés
En febrero de 1888 Van Gogh se trasladó a la localidad de Arlés, en el sur de Francia. Pretendía encontrar allí la luminosidad que tanto había admirado en los grabados japoneses. Le fascinaron el sol deslumbrante, el cielo azul intenso y la viveza de los colores. Realidad y pintura parecían ponerse de acuerdo. Van Gogh intentó convencer a Émile Bernard y Paul Gauguin para que se trasladaran a vivir a este paraíso meridional y crear, así, una pequeña comunidad de artistas. Vincent se dejó seducir por los contornos nítidos y los extensos planos de color puro que caracterizaba el estilo de sus compañeros, y se dejó influir por ellos en obras como El café de noche de Arlés (1888, Yale University Art Gallery, New Haven, Connecticut).
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En el plano artístico, su estancia de poco más de un año en Arlés se tradujo en unos doscientos lienzos. La habitación de Van Gogh en Arlés (1889, Museo de Orsay, París) es uno de los más célebres.
Puzzle Piatnik La Habitación de Arles de 1000 Piezas
Representa el dormitorio del pintor, tema que trató en varias ocasiones con el deseo de expresar la idea de un «completo descanso» a través únicamente del uso de colores claros y empastados. En él, con una extrema concisión, el pintor mostró el ambiente de la pieza, amueblada con suma sencillez con una cama, una mesa, dos sillas, un espejo, varios cuadros y dos dibujos. Una de las versiones de este lienzo fue acabada por Van Gogh en 1889, durante su estancia en el asilo de Saint-Rémy-de-Provence.
De la estancia en Arlés hay que destacar también otras obras famosísimas: Los girasoles (1888, National Gallery, Londres) formaba parte de una serie destinada a decorar el estudio donde trabajaban juntos Van Gogh y Gauguin; en algunos de los lienzos las flores están colocadas sobre un fondo azul, pero en éste todo está pintado en distintas gamas de amarillo, color que en el artista se asocia a la luz del sol y a la felicidad. Pintó también paisajes, naturalezas muertas y retratos, así como sus conocidos lienzos de campos de trigo luminosos y resplandecientes bajo un cielo azul intenso.
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Los últimos años
Cuando a principios de diciembre de 1888 Gauguin realizó un retrato de Vincent, Van Gogh pintando girasoles (1888, Museo Vincent van Gogh, Ámsterdam), Van Gogh creyó ver representada su propia locura. Después, con el lance turbulento de la mutilación de la oreja (nunca del todo esclarecido) terminó una tempestuosa convivencia de dos meses y, con ella, la utopía de crear una comunidad de artistas en el sur de Francia. Todo ello lo sumió en una gravísima crisis mental que acabaría con su internamiento en un hospital.
Van Gogh sufriría desde entonces varias crisis nerviosas, aunque sólo ocasionalmente afectaron a su acelerado ritmo de trabajo; estuvo internado, primero, en el sanatorio mental de Saint-Rémy, y luego, bajo la atención del doctor Gachet, en Auvers-sur-Oise.
También en esta última etapa abundan las obras maestras; a ella pertenecen sus mejores autorretratos, entre los que sobresale el Autorretrato de 1890 (Museo de Orsay, París), que regaló al doctor Gachet.
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El predominio de los tonos azules contrasta con los rojos y naranjas del pelo y el rostro; azules son también los ojos, cuya mirada fija y penetrante atrae inmediatamente la atención del espectador. En cierta ocasión escribió a su hermano Theo: «Se ha dicho -y estoy dispuesto a creerlo- que no es fácil conocerse uno mismo, ni tampoco pintarse uno mismo». El cuadro es uno de los resultados culminantes del laborioso ejercicio de introspección a que se sometió Van Gogh.
Una proyección aún más intensa de su estado de ánimo en el paisaje se encuentra en Noche estrellada (1889, MOMA, Nueva York), donde las ondulaciones sacuden una visionaria representación del cielo, reflejo de una abrumadora angustia interior. La fuerza de tales obras ha valido al artista la consideración de genial precursor del expresionismo.
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No siempre fue sombrío el ánimo de Van Gogh en esta fase final. De hecho, muchas de las cartas a Theo de los últimos meses están iluminadas por una alta y feliz embriaguez creadora, por el gozo de una liberación artística finalmente alcanzada en íntima comunión con la libre naturaleza. La desazón interior convivía con una pasión creativa inextinguible y con su exacerbada sensibilidad por la belleza, y tal tensión está en la base de muchas obras. Campo de trigo con cipreses (1889, National Gallery, Londres) muestra el espíritu inquieto de un hombre al borde de la locura, pero también expresa la admiración del artista por la belleza y el poder de la naturaleza, como se manifiesta en los cipreses flameantes y en las espigas dobladas por el viento.
Puzzle Piatnik Trigal con Cipreses de 1000 Piezas
Dos semanas antes de su suicido pintó una de sus obras más sobrecogedoras, Trigal con cuervos (1890, Museo Van Gogh), que ha sido objeto de dispares interpretaciones. Un premonitorio cielo oscuro con una bandada de cuervos cubre uno de sus amados trigales, atravesado a medias por un camino cortado.
Esperamos que os haya gustado.